divendres, 28 d’octubre del 2011

Ser para acompañar

Conseguir armonizarse plenamente –Ser una/o con el Todo-, abrirnos al fluir de la energía cósmica y permitir que nuestra esencia amorosa aflore en el proceso de acompañar a las/os niñas/os no es una habilidad que –una vez activada-  tan sólo abarque este ámbito de la Vida. Adentrarse en un despertar de tal magnitud es un acontecimiento que penetra en los rincones más recónditos de nuestra alma e invade hasta la última célula de nuestro cuerpo. Es un cambio de paradigma, de prisma interno. Es como si progresivamente nos fuéramos cambiando las lentes con las que observamos el mundo que nos rodea y a nosotras/os mismas/os.
Ser para educar. Ser plena, viva, autónoma, consciente, respetuosa, intuitiva para educar  seres plenos, vivos, autónomos, conscientes, respetuosos, intuitivos.
La educación (del latín e-ducere: guiar, sacar fuera, conducir) es un proceso de acompañamiento activo, donde la persona adulta proporciona seguridad, cobijo, atención, soporte –emocional, cognitivo y espiritual- a las personas que lo requieren. Educar, desde la pedagogía libre, es el camino conjunto en que las/os educadoras/es y las/os alumnas/os caminan juntas/os, se alimentan mutuamente, se respetan, se transmiten amor. Es un proceso bidireccional en el que nadie es más importante que el otro. Es cierto que como seres más maduros poseemos conocimientos más avanzados y elaborados que nos permiten preparar materiales y disponerlos en el espacio para permitir que las/os alumnas/os los tengan a su alcance, pero quien inicia el proceso de acercamiento a éstos son las/os propias/os alumnas/os. Es su motivación interna, su interés, su elección lo que posibilita que un determinado material se convierta en objeto de su manipulación y estudio. Esta autonomía interna yace en la esencia de toda la existencia.
La existencia es fascinante principalmente por su capacidad autorreguladora y autónoma. Humberto Maturana y Francisco Varela usaron el lenguaje para poner palabra a este fenómeno complejo y circular que alberga Vida en su raíz etimológica: autopoiesis (del griego αυτο-, auto, ‘sí mismo’, y ποιησις, poiesis, ‘creación’ o ‘producción’). Este concepto fue aplicado, en un principio, a la biología para después ser extrapolado a otras disciplinas, entre ellas, la educación. La autopoiesis hace referencia a la capacidad de todo ser vivo de autogenerarse, autoregularse, autoproducirse. Es una oda a la pulsión de vida interna que todos los organismos vivos tenemos como principio inherente a nuestra existencia. La autonomía que lleva implícita esta  capacidad autocreadora refuerza la confianza y seguridad propia con la que debemos pintar nuestras vidas. Entregarnos a  nuestra habilidad para autogenerar y autogestionar nuestro proceso vital no es un acto de fe ciega, más una conexión interna con nuestro ser real, verdadero, vivo, amoroso.

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